Me decidí a vivir la experiencia del masaje tántrico por causa del "azar". El Tantra revoloteaba a mi alrededor y resonaba con fuerza en mi interior como algo que deseaba experimentar y que podía traer luz a mi vida.

Mi relación con el sexo ha tenido sus altibajos y sentía que había cosas que sanar. Tenía dudas sobre mis zonas oscuras y el masaje tántrico me ofrecía la posibilidad de mirar en mi interior, a otro nivel.

Me lancé a ver que ocurría, qué aprendía, qué información me llegaba, no sin ciertos temores, he de reconocer.

La atmósfera que se creó con la cálida temperatura del ambiente, el incienso, las velas, la música, la respiración, los mantras...todo me hizo sentirme tan cómoda... tu dulce y amorosa mirada...

Así fui entrando en lo que, sin duda, ha sido una de las mejores experiencias de mi vida. Sentí un profundo placer en cada caricia, cada roce, cada respiración. Un placer muy distinto a todo lo experimentado hasta el momento. No era sexual, era puro amor. El simple roce de una mano despertó recuerdos de mi infancia, cosas en las que hacía muchos años que no reflexionaba y había descartado y metido en el cajón de los olvidos. Pero ahí estaba, así que había que mirar de frente. En mi interior oía con fuerza las palabras "no hay oscuridad para ti". De ese modo pude reflexionar sobre mí, mi relación con la intimidad, con el deso de sentirme amada y de amar.

Esta experiencia me ayudó a trabajar la aceptación y la entrega, además de la inmensa gratitud que sentí por tu generosidad, tu entrega, tus amorosos gestos, la dulzura de tu mirada que aún vive en mí.

Gracias

                                                      Vera